San Miguel Arcángel apareció con una espada desenvainada en su mano derecha junto con Nuestra Señora y los tres ángeles habituales ante Celeste en casa. María extendió sus manos y dijo:
"Hijos míos, siempre les doy gracias por responder a mi llamado, hijos míos, muchas gracias, hijos míos. Hoy estoy aquí de nuevo para traer amor y alegría a todos ustedes, y me gustaría traer paz, hijos míos, al mundo entero. Por lo tanto, les pido sus oraciones, hijos míos. Oren, se los ruego, oren por el mundo entero, que todo esto termine, pero no tengan miedo, se los ruego, porque el Señor siempre está cerca de ustedes y nunca los abandonará. Ámenlo más y más, se lo ruego. Recuerden siempre, hijos míos, que no los he olvidado ni las promesas que les hice."
"Se cumplirán todas, hijos míos, así que estén en paz, porque estoy siempre aquí para ustedes, para todos ustedes, hijos míos, pidiendo oraciones y paz para todos. Si aún no he regresado al campo, hijos míos, habrá una razón, y un día todos lo descubrirán. Queden tranquilos, se los ruego. Oren más y más y ámense unos a otros, ámense mucho, como el Señor siempre pide. Esta noche también, el Ángel está sobre ustedes para ayudarlos. Los bendigo a todos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén."
Nuestra Señora nos bendijo, cerró sus manos y desapareció junto con los tres ángeles habituales y San Miguel Arcángel que había permanecido sobre ella mientras hablaba.
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