Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
domingo, 24 de enero de 2016
Septuagesima.
El Padre Celestial habla después de la Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V en la iglesia doméstica de Göttingen a través de Su instrumento e hija Ana.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Amén. Durante la Santa Misa del Sacrificio, el altar de la Virgen María y especialmente el altar del Sacrificio estaban bañados por una resplandeciente luz dorada. Los ángeles adoraron al Santísimo Sacramento durante la Santa Misa de Sacrificio. El Niño Jesús nos bendijo. El Santo Arcángel Miguel alejó de nosotros el mal.
El domingo de Septuagesima hablará el Padre Celestial: Yo, el Padre Celestial, hablo ahora y en este momento a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está enteramente a Mi voluntad y repite sólo las palabras que vienen de Mí.
Amado pequeño rebaño, amados seguidores, amados creyentes y peregrinos de cerca y de lejos, Yo, vuestro Padre Celestial, os daré algunas instrucciones este domingo.
Sí, amados míos, estáis en el camino. Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Ese es vuestro lema, amados Míos. Vosotros sois los elegidos. Pero esto significa que estáis expuestos a las mayores exigencias y a menudo no podéis con ellas. De los demás, amados míos, no necesito estos sacrificios, que exijo de vosotros -sólo de vosotros- y sois cuatro y nada más. Muchos fueron llamados, pero desgraciadamente sólo unos pocos fueron elegidos. A mis elegidos debo exigirles lo máximo, porque quiero salvar a muchos sacerdotes.
Y ahora a esta pista de carreras. Corres en esta pista y a menudo crees que no llegarás. Todo te pasa de largo, pero a veces no sin dejar huella. Deja huellas. La gente te persigue, pero tú bendices. La gente te desprecia y tú no maldices. Vosotros sois los que siempre tenéis que predicar con el ejemplo, también entonces, cuando penséis que os resultará inconmensurablemente difícil seguir mi voluntad, que os daré a conocer una y otra vez. Seguidla estrictamente y no os apartéis ni un paso de mis deseos. Todo lo que te exijo lo he considerado bien. Esta es vuestra cruz y debéis cargar con ella, amados Míos.
¿Acaso no envié a Mi Hijo Jesucristo al mundo para que hiciera los mayores sacrificios por vosotros? ¿No murió por vosotros, por vuestros pecados? ¿No lo sufrió todo sin escatimarse nada? Tampoco vosotros, amados míos, seréis perdonados. A menudo pensáis que estáis al borde de la impotencia y que no podéis continuar. Cuántas veces os he dicho que vuestro Padre Celestial os protege de todo. Debéis confiar más profundamente. No crees que tu Padre Celestial siempre juzga todo y rectifica tus faltas, porque no eres perfecto. Cuántas veces te olvidas de algo. Haces el bien por los demás, pero al final por Mí, el Padre Celestial. ¡Demuéstrame que Me amas de verdad! Esta prueba deseo de ti.
Habéis hecho muchas cosas por Mí, Mis amados, y por ello os doy las gracias. Seguís en este camino, en el que no hay parada, sino que la carrera continúa. No pienses hacia atrás y no mires hacia el futuro. Tiene un aspecto diferente del que puedas imaginar, porque tu Padre Celestial ya tiene Su deseo y Su plan firmemente en Sus manos. Todo está preparado, pero los hombres son diferentes de lo que puedas imaginar, porque siempre ponen obstáculos en tu camino. Y así mi plan y mi deseo se rompen y puedes volver a empezar de nuevo, aunque yo lo haya deseado de otra manera. Pero como he dado libre albedrío a todos los hombres, no puedo evitarlo, amados míos. Por eso tenéis que volver a empezar una y otra vez, donde ya estaba todo en orden. Los hombres están desordenados y cometen error tras error, y debéis aprender a soportar muchas cosas, aunque creáis que no podéis soportarlas. Invoca entonces a tu Madre Celestial. ¿No tuvo ella que soportar sufrimientos mucho mayores que los tuyos? Y tus hijos marianos, que están en la cima, tienen que soportar lo más duro. Sólo vosotros cuatro soportáis los mayores sufrimientos.
Los seguidores están ahí para apoyaros en la oración y también en el sacrificio. Pero los mayores sufrimientos los tienes que soportar tú, Mi pequeña amada. Todo, quieres decir, sale mal. A causa del traslado estás completamente sobrecargada. Yo, el Padre Celestial, lo sé, y aun así lo superarás todo, pero sólo con el poder divino. Tu poder ha llegado a su fin. El Padre Celestial también lo sabe y lo acepta. Si ahora no permanecéis completamente en la serenidad, sé que vuestra voluntad era permanecer tranquilos. Pero a menudo no lo consigues, porque hay demasiadas tareas esperándote y tu mente no puede abarcarlas todas. Confía entonces en que Yo corregiré los errores que estás causando. ¡No tengas miedo! Tengo el futuro firmemente en mis manos. Planificaré cada día cuidadosamente. Debes obedecer Mis deseos y nunca seguir tus deseos. Tus deseos son diferentes. A menudo son egoístas y sin objetivo. Pero Mi orden está por encima de ello.
Te amo y estoy contigo todos los días. Te protejo en toda situación con todos los ángeles y también con tu Madre Celestial. Te bendigo en la Trinidad con triple poder, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. El amor es lo más grande y lo que más te exijo. Amén.
Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar desde ahora y para siempre. Amén.
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